Según su definición en la Real Academia de la Lengua Española tiene tres acepciones:
“desamor"
1. m. Falta de amor o amistad.
2. m. Falta del sentimiento y afecto que inspiran por lo general ciertas cosas.
3. m. Enemistad, aborrecimiento.”
Pero, ¿cuántos tipos de desamor hay?
Yo diría que tantos como personas, pero vamos a resumir un poco.
La palabra desamor siempre nos evoca amor romántico, ¿verdad? Como si solo hubiese ese amor también. Bueno, no es así, hay amores románticos, claro, pero también fraternos, filiales, platónicos, a animales, a cosas, a ciudades… ¿Qué pasa si mi sentimiento de desamor no es porque mi pareja me dejó si no porque mi mejor amigo ya no me habla? ¿O si es porque mi perro se perdió? ¿O porque he discutido con mi hermano? ¿O porque mis padres nunca me demostraron amor? Como ves, hay muchas situaciones diferentes en las que sentirnos así. Pero, ¿sabes otra cosa? Todos hemos pasado por alguna de ellas y todos hemos salido más o menos victoriosos, más fuertes y más sabios.
¿No me crees? Pues escucha (o lee): la capacidad de aprender de la adversidad y crecer, sacando lo bueno de ella, se llama resiliencia y está dentro de cada uno de nosotros, solo necesitas aprender a usarla.
Qué lista, estarás pensando, como si fuese así de fácil.
No, no lo es, lo sé. Pero se puede practicar con paciencia y empeño. Verás, un ejemplo tonto:
Cuando eras un crio de unos ocho años discutiste con tu mejor amigo y no os hablasteis durante dos días enteros. ¡Dos días con ocho años es el equivalente a una eternidad! Cuando decidiste acercarte otra vez y, tímidamente y sin mediar palabra, empezaste a jugar con él como si tal cosa, no pasó nada. Él te sonrió y ya está, asunto zanjado. ¿Qué aprendiste? Que estar enfadado con tu mejor amigo y lejos de él es absurdo porque le quieres y te diviertes a su lado, la próxima vez te acercarás antes de que pasen dos días enteros para solucionarlo y disfrutaras de vuestra amistad.
Si esto nos pasa ya de adultos, lo normal es que hablemos antes de hacer las paces, cuando ya estemos calmados. Y lo hacemos porque, en su día, aprendimos aquella lección, sacamos de aquel desamor lo bueno, nos sirvió para saber manejar mejor nuestros sentimientos.
Ahora estás pensando que, hombre, un niño de ocho años discute por la pelota o por el equipo de futbol que es el mejor, un adulto discute por otras cosas. Resulta que es que mi pareja y yo hemos discutido porque me ha engañado.
Bien, es verdad, la vida adulta es mucho más difícil. ¿Puedes aprender algo de esa situación? Seguramente sí. Bueno, seguramente no, seguro que sí. Si decidís romper, habrás aprendido que tu dignidad te importa más que nada. Si decidís continuar, habrás aprendido que, a veces, el acto de amor más grande es el perdón. Pero también que no volverás a dejarte pisotear de nuevo. Has sufrido, por supuesto, y un montón además. Pero en lugar de regodearte en lo malo, en la tristeza, en el dolor has decidido crecer, aprovechar y sacar lo bueno de la situación.
Otro ejemplo no tan tonto:
Mi abuelo de noventa años ha muerto, estoy muy triste y siento que él ya nunca podrá demostrarme su afecto. En el velatorio está toda la familia, los hijos, los nietos, los amigos de toda la vida, todo el pueblo. Se dan las condolencias y se habla de lo que el abuelo fue, las cosas buenas que hizo, los recuerdos que todos tenemos de él se ponen en común. Unos nos consolamos a otros, cuidamos de la abuela que se ha quedado viuda, pero no sola, y sin querer, terminamos sonriendo, incluso felices de estar juntos y de sentirnos amados por los demás. Poco a poco entendemos que el abuelo está en todos nosotros y que ese desamor no es tan grande. Hemos sacado lo bueno de algo tan triste como la muerte. La familia unida, las muestras de cercanía de los amigos y vecinos, el orgullo en los ojos de la abuela al oír a la gente hablar maravillas de su marido y la sensación de paz por la partida. ¿No estamos tristes? Sí, mucho, por supuesto. Pero hemos conseguido encontrar resiliencia ahí, hemos vivido algo doloroso de una forma inteligente emocionalmente.
Espero que estas pequeñas aportaciones te hagan recapacitar y quieras encontrar la resiliencia que hay en ti.
Somos una tribu, la de los corazones rotos, y queremos acompañarte y que te unas a nosotros. Aquí todos cuidamos de todos, sin juzgarnos, sin miedo al qué dirán. Este es tu sitio para compartir todo lo que necesites decir y no te atrevas. Juntos somos más fuertes, no lo dudes, nos acompañaremos en el camino.
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