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La censura de los sentimientos - Sabela Senn Lozoya

Nunca he entendido del todo a aquellas personas que aman tanto a sus animales como para sufrir su pérdida de la misma manera que la de un ser humano. Un ser humano cercano, se entiende. 

Esto no es ni falta de empatía, ni de respeto y, por supuesto, no estoy invalidando ese dolor, ya que las personas que lo sufren, lo hacen de una manera muy intensa, y yo no soy quién de valorar si eso es o no desmesurado. Lo que digo es que realmente no lo comprendo. Será porque siempre he tenido alergia a gatos y a perros y eso me hace tenerles un poquitín de respeto. Supongo que ahí está la explicación acerca de mi falta de empatía con este tema en concreto (porque por lo demás, suelo ser una persona que empatiza demasiado).

Pero a lo que quiero llegar es al respeto, el respeto en general. Y es que el otro día me vi en una situación muy comprometida, y os lo quiero transmitir con varios ejemplos que me han venido a la mente desde el “incidente”. 

He pensado mucho en los niños, ya que desde que soy pequeña he visto cómo nuestros sentimientos no se tienen en cuenta. Las conocidas “rabietas”, o las frases tipo “ni caso, son niños” a mí me hacían sentir que yo no contaba. Esto, queridos amigos, se llama invalidación de esos sentimientos. Si yo tengo una rabieta por alguna causa “estúpida” como que quiero comer pan hasta reventar y mis padres no me dejan, ¿por qué no prueban a decirme que entienden mi enfado porque me gusta mucho el pan, pero que ellos como padres tienen que enseñarme a tener unos buenos hábitos de alimentación, y que sienten que esté triste?. El resultado seguramente sea el mismo: yo me quedaré sin pan, pero ellos habrán tenido en cuenta mis sentimientos.

Lo mismo pasa con lxs adolescentes, pero claro, las herramientas de estxs para dar por saco, con perdón, también tienen traca. Pero es que también he visto situaciones muy extrañas a la par que absurdas, y esta vez sin entrecomillar la palabra, porque eran absurdas como las que más. El contexto: mi hermana saca unas notazas increíbles, de las mejores de su instituto, y le dan el premio a la excelencia académica en la ESO. En mi casa la felicitan, por supuesto, pero no pueden evitar someterla a un trivial en el que solo juega ella y compite con demostrar que esos conocimientos son de verdad. Frases de la talla de “¿no sabes los nombres de los Reyes Godos? ¡Pero qué os enseñan ahora!” o “si no sabes lo que significa paulatinamente búscalo en el diccionario”, así como con cierto retintín. 

Me resulta sumamente vergonzoso. Lo peor es que no es solo una falta de respeto hacia esa adolescente que se deja los codos día tras día para sacar buenas notas, sino también al profesorado, que no debe saber hacer bien su trabajo. Y es que, señoras y señores, parece que todo el mundo sabe muchísimo sobre cómo enseñar, no solo los maestros. Y si no se dan ustedes cuenta, es que no son maestros a los que los padres les dicen literalmente cómo deben hacer su trabajo. 

Bueno, y también está el tema de las personas con diversidad funcional, ellxs directamente no cuentan como seres que sienten. Deben tener esa parte inhibida, como cuando te ponen anestesia local o te fumas unos cuantos porros. Las faltas de respeto aquí son constantes, y las hay de diferentes colores y formas. Desde infantilizarles tengan la edad que tengan, hasta atreverse a hablar sobre ellos, sus miedos, sus intimidades, etc., delante de otras personas, como si ellos fuesen sordos o tontos y no pudiesen percibir que se habla de ellos. Esto me lleva crispando muuucho tiempo, pero es que algunas personas de verdad que no tienen dos dedos de frente.

Bueno, y el tema estrella, la orientación sexual de un individuo. Esto además es un tema importante ya que se está matando a gente por ser marica. Uy, que es muy fuerte esa palabra, voy a cambiarla por mariquita, por eso de suavizar. ¡Venga ya! Seguramente habréis oído mil veces eso de:

–A mí no me gustan los homosexuales, pero los respeto. 

Y yo lo que pienso es, ¿qué es lo que no te gusta de los homosexuales? Igual quieres decir que a tí no te gustan las personas de tu mismo género, ¿no? Pues no, no quieren decir eso, quieren decir justo lo que han dicho, que no les gustan los homosexuales, y que no les gustaría tampoco que le pasara “eso” a ninguna persona de su familia. Eso sin duda sería una desgracia (pero porque ellxs son lxs que van a sufrir, ya que el mundo no está preparado para aceptarles tal y cómo son, no vayáis a pensar mal).

Bueno, bueno, bueno, y me fascina la afirmación:

–Yo tengo muchos amigos homosexuales que son bellísimas personas y a las que respeto muchísimo.

–¿Entonces?

–No me gustan los homosexuales. 

–Ahhh vale vale, ¿y no te has parado a pensar que igual a una persona homosexual no le gustan los heterosexuales?

–¡Pero qué absurdez! ¡Eso nunca ocurriría!

Y en realidad hay que dar gracias a nuestro señor Dios todopoderoso de que esta conversación se de con gente adulta, porque si la tienen con alguien joven ya no habría “tantísima” tolerancia. Ya las frases que utilizarían serían cuestionando sus facultades mentales:

–Está confundidx.

–Es una etapa, ya se le pasará.

–Todas las personas así sois unas guarras, le dais a todo.

Y mi favorita:

–Se está encontrando a sí mismx.

Como si tienes 30 años, es irrelevante, porque seguirás encontrándote a tí mismx. Y es lo de siempre, tú no sabes nada, ellxs saben más que tú porque tienen más “experiencias vitales”.

Y puedo extenderme, porque tampoco se tienen en cuenta los sentimientos de aquellas personas ancianas que han pasado la vida trabajando, cuidando de su familia o haciendo lo que les daba la real gana, porque todas tienen derecho a vivir su vida como lo deseen, como nosotrxs, ¿no? Mmmm, pues parece ser que no. De hecho he vivido en primera persona a gente de mi edad pasar olímpicamente de lo que le decía una persona demasiado mayor para continuar en este mundo. Y pasar… pues casi es lo mejor, porque también he visto cómo se reían de ella en plena cara. Y se daba cuenta, se ponía triste.

–Pero seguro que se le olvida en dos segundos.

Pues nada.

En fin, que por no extenderme, ya que podría dar muchísimos más ejemplos, quiero terminar con una pequeña reflexión:

Si yo no me río cuando a ti se te muere tu perro, aunque no entienda tu sentimiento, ¿por qué tú tienes derecho a pasar de un niño pequeño con una rabieta, pensar que las personas con diversidad funcional son estúpidas, juzgar a la gente que no tiene tu misma orientación sexual o despreciar a una persona anciana? No lo tienes, ese derecho no lo tiene nadie.

Si amas, respeta, porque nunca sabes cómo puedes acabar tú. Y ya sabes que al final recogerás lo que has sembrado.


Sabela Senn Lozoya


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