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No te guardo rencor - Beatriz Codina

 

Me rompiste, me partiste en mil pedazos y mientras lo hacías seguías haciéndome sentir que yo no valía, que no era suficiente, que no importaba. Te creí. Creo que eso fue lo peor de todo, que yo te creí. ¿Pero cómo no hacerlo?, si tú eras mi mundo, tú lo eras todo. Te elegí y desde que lo hice, cada día te daba un poco más y me iba haciendo cada vez más pequeñita, cada vez más sumisa. ¿Por qué? Por no molestarte, por no generar ninguna discusión, por no revelar al mundo cómo me sentía, por no dejar que las opiniones de los demás me alejaran de ti, por no fracasar, por no asumir que no eras lo que había soñado.

Fuiste malo, sí, lo fuiste. Yo no me lo merecía. Siempre estuve a tus pies, pero ese fue mi primer error, creer que ensalzarte y hacerte un sr superior sería la solución a mis problemas.

Es curioso cómo el resto del mundo podía ver en mí la bondad que tú no veías, cómo los demás me decían una y otra vez que estaban orgullosos de tenerme en sus vidas. Fíjate, todos aquellos de los que me alejaste en realidad siempre tuvieron bonitas palabras hacia mí, pero no las supe ver.

Y cuando te sientes sola, cuando crees que ya nadie te acogerá en su regazo, porque les fallaste, porque les vendiste al protegerlo a él y al rechazarlos a ellos, de nuevo te equivocas. Porque los buenos siempre están, aunque sea desde la distancia. Porque ellos han soñado y suplicado porque un día despiertes de lo que para ti es un sueño y para ellos una pesadilla. Porque siempre han esperado que rompas con todo lo malo y toques de nuevo a su puerta. No esperan que te arrodilles, no te equivoques, ellos no son él. Ellos solo quieren que vuelvas, aunque estés destrozada, aunque creas que ya no vales nada. Porque ellos tienen la capacidad de ver en ti esa luz, que aunque alguien se ha empeñado en apagar y tú lo has permitido, sigue escondida en algún lugar profundo de tu ser.

Hoy me levanté y decidí caminar sin saber el destino, no sabía lo que buscaba, ni siquiera sabía qué era lo que iba a hacer, pero bendito subconsciente, sin darme cuenta, ahí estaba yo, frente a la puerta de mi hermana. Sin más, sin saber cómo ni por qué, toqué el timbre y al abrirse la puerta y ver su cara de asombro, me desmoroné. Y entonces, ocurrió la magia, de pronto ya no importaban las peleas, las discusiones y los desprecios. De pronto solo cabían los abrazos y las lágrimas.

Entonces lo supe, no estoy sola, aunque me lo haya ganado a pulso, aunque tú me hayas convencido de ello. Y no solo no estoy sola, sino que poco a poco me voy dando cuenta de que yo valgo oro. De que yo siempre existí a pesar de que tú te encargaste de eclipsarme e incluso de esconderme. Yo siempre estuve allí esperando este momento, el momento en el que decido resurgir de mi aletargamiento y volver a renacer. Más sabia, más madura, con las cosas más claras y con mi mirada infinita ansiosa de vivir.

No te odio, yo te perdono. Te perdono porque yo también fui culpable de dejarme llevar por tu mal camino, por creerte, por darte más de lo que merecías. Te perdono, sin más, pero te quiero lejos de mi vida. Empiezo de cero lejos de todo aquello que me pueda hacer sufrir, de todo aquello que pueda mermar mi necesidad de seguir adelante.

Te perdono, pero no porque lo merezcas, no te equivoques. Te perdono porque así me puedo perdonar a mí misma y puedo vivir en paz. Que te vaya bonito, te lo digo de corazón. Yo ya he decidido que hoy empieza mi nueva vida, desde el perdón, desde la cercanía de los que siempre estuvieron pero yo no vi. Hoy empieza mi nueva vida, sin ti, pero mucho más feliz.

Beatriz Codina




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