No te importó, supongo quizás,
no estar donde el sol muere,
no estar donde la luna nace,
entre sábanas tejidas de sueños
que una chiquilla lanzó al viento.
No te importó, supongo, quizás,
descubrir mis manos sudorosas,
desnudando tus pechos caídos,
e imaginármelos firmes, coronados,
con dos zafiros rojos, rojos en mis manos.
No te importó, supongo, quizás,
descubrir, rompiéndote la falda,
tus caderas anaranjadas, sosas,
e imaginarme las dos laderas
de una montaña formada por estrellas.
No te importó, supongo, quizás,
descubrir, ya sin ninguna sorpresa,
tu sexo abandonado, religioso,
e imaginármelo misteriosa cueva
donde las ostras esconden su perlas.
Pero te importó, supongo, seguro,
descubrir en medio del orgasmo
que de mis labios salía un nombre
nombre de un amor olvidado.
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