Dicen que quien tiene un amigo tiene un tesoro. Eso es cierto si no has hecho lo que hace mucha gente que cuando se empareja deja de lado a sus amistades y luego pasa lo que pasa, que no tienes un hombro para llorar cuando se te rompe el corazón y el alma.
Suele pasar en los amores adolescentes, vas con tu pandilla, empiezas una relación y dejas de salir con tu grupo para centrarte en tu relación. Y te vas aislando. Dejas de salir de fiesta con tus amigos del alma. Aparte de dejar el taconeo y el botellón también dejas las confidencias en el baño de chicas. Bueno nos pasa a todos, pero más a las mujeres, que somos las que solemos contarnos todo en tema de emociones e intimidad.
Después de las primeras relaciones y rupturas aprendemos el valor de la amistad e intentamos conservar las amistades, aunque volvamos a emparejarnos. Hemos sufrido en nuestras carnes lo que es afrontar una crisis de pareja y su ruptura en la más triste de las soledades.
Yo andaba arrastrando una crisis de pareja por varios años y no fue hasta que un joven gay, que se vino a vivir al piso de encima mío que me dio el coraje para romper amarras. Que fuera gay lo digo porque su orientación sexual se puso de mi lado con su sensibilidad y amistad como si fuera mi mejor amiga del instituto. Me aguantó horas y horas de quejas y lamentos. Me prestó su hombro para llorar mi amargura y me empoderó para hacer frente una ruptura complicada. ¿Pero qué ruptura no lo es? Echar tierra encima de años de relación nunca es fácil. Y si tienes a tu lado una persona que no te hacer sentir un bicho raro y más miserable de lo que ya te sientes, sin duda alguna es un tesoro.
Los amigos te acunan, te acompañan, te escuchan, hasta te pueden llenar la nevera y sacarte de casa cuando más miserable te sientes. Cuando menos querible te encuentras. Te peleas con tu pareja y se hunde el mundo a tu alrededor. Dejas de existir para la familia, para la de tu ex, seguro. Y eso que eras lo mejor que le podía haber pasado. A veces, hasta tus padres y tus hermanos, si los tienes, dejan de hablarte. Y, si no tienes amigos de verdad, ¿quién te queda? Nadie, tú y tu sombra. Noches de insomnio, de no encontrar suelo en el que pisar, un vacío insondable que te atenaza y no te deja respirar. La suerte es que, si tuviste gente de verdad a tu lado en el pasado, sólo con un mensaje en el móvil, los tienes de vuelta. Para ponerte una tirita en el corazón y ayudarte a transitar por la locura de una ruptura, de un desengaño. Y vendrán sin reproches. A tu lado. Y no volverás a sentir la soledad.
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